Toda la tierra tenía una misma lengua y usaba las mismas palabras. Los hombres en su emigración hacia oriente hallaron una llanura en la región de Senaar y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: "Ea, hagamos ladrillos y cozámoslos al fuego". Se sirvieron de los ladrillos en lugar de piedras y de betún en lugar de argamasa. Luego dijeron: "Ea, edifiquemos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue hasta el cielo. Hagámonos así famosos y no estemos más dispersos sobre la faz de la tierra". Pero el dios de los hebreos, Yahvé, descendió para ver la ciudad y la torre que los hombres estaban levantando y dijo: "He aquí que todos forman un solo pueblo y todos hablan una misma lengua, siendo este el principio de sus empresas. Nada les impedirá que lleven a cabo todo lo que se propongan. Pues bien, descendamos y allí mismo confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan los unos con los otros". Así, Yahvé los dispersó de allí sobre toda la faz de la tierra y cesaron en la construcción de la ciudad. Por ello se la llamó Babel, porque allí confundió Yahvé la lengua de todos los habitantes de la tierra y los dispersó por toda la superficie.
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